Nueva denominación de la Revista del Acampante
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En carpa!

Airelibredigital.com » Pesca y náutica
Autor: Néstor Saavedra, Marzo 2009

La carpa es una gran manera de conocer la cuenca más prolífica del mundo, y de concretar el sueño de muchos pescadores: tucunarés, aruanás, matrinchás y grandes peces de cuero, en una semana en íntimo contacto con la naturaleza.

En carpa!

La carpa es una gran manera de conocer la cuenca más prolífica del mundo, y de concretar el sueño de muchos pescadores: tucunarés, aruanás, matrinchás y grandes peces de cuero, en una semana en íntimo contacto con la naturaleza.

Debo pedir perdón a los campamentistas. Mis prejuicios distorsionaron lo que pensaba acerca de un campamento. El Amazonas significaba cumplir el sueño de mis casi cuarenta años de pescador. Pero… ¡era en carpa!

Debo pedir perdón a Rubinho, el periodista que me invitó a este viaje, porque pensé que la vida de campamento sería un gran problema para esos seis días de pesca. Creí que tendríamos que lidiar contra las inclemencias del tiempo. Supuse que lucharíamos contra las alimañas. Intuí que el calor de un punto cercano a la línea ecuatorial, y en una carpa, sería insoportable. Predije que sería complicado dormir casi sobre la tierra, comer bajo un techo improvisado, bañarse en una estructura de menor calidad que un hotel. En todo, absolutamente en todo, me equivoqué.

Los pros

Para practicar nuestro deporte preferido en el Amazonas hay tres opciones: las posadas, los barcos hotel y el campamento. Las primeras son muy cómodas, pero también caras. Los barcos hotel solo pueden llegar a los puntos donde el calado les permite. Y como hay muchos navegando el área sufre una gran presión y la pesca se reduce.

La tercera opción es el campamento. Si bien Rubinho no la inventó, se encargó de jerarquizarlo, darle difusión, y que tuviera una aceptación notable en gente de gran poder adquisitivo. “Empresarios millonarios, presidentes de grandes corporaciones, médicos, abogados… están cansados de ir a hoteles cinco estrellas y prefieren el campamento: les encanta meterse en el agua en ojotas, caminar sobre el barro, almorzar en una playa bajo la copa de un árbol… nada de protocolo. Eso sí: con todas las comodidades y servicios posibles. Y eso es lo que buscamos satisfacer.” Así me comentaba Rubinho, caña en mano en medio del río Sucundurí, nuestro destino. Las notables ventajas del campamento es que los costos se reducen, que se llega a lugares remotos, y a puntos donde no se han edificados posadas. Se elige la mejor temporada: entre agosto y noviembre, donde los ríos están bajos y con muchos peces.

En carpa!

Rumbo al paraíso

En avión vía San Pablo llegamos a Manaos, donde paramos en un hermoso hotel con piscina con olas artificiales. Aprovechamos a conocer el Teatro de la Opera, que data de cuando era “la capital del caucho” y el Museo de Ciencias Naturales, donde apreciamos los insectos gigantes del Amazonas, el candirú (pez que obliga a bañarse en malla o calzoncillos porque le gusta m

eterse dentro del cuerpo humano por cualquier agujerito) y dos colosales arapaimas o pirarucús. Son los peces más grandes de agua dulce de América y sólo se los pesca en estancias que los tienen en lagos artificiales. Tras una noche de descanso en confortable hotel, me hundo en el confortable colchón y pienso qué me esperará a partir de mañana. Al otro día, muy temprano, tomamos la avioneta hasta Nova Olinda do Norte, a solo media hora. Diez minutos de taxi y estamos en el puerto sobre el río Madeira. Entre laboriosos muchachos que embarcan todo lo que quince pescadores y quince auxiliares (atención el dato: uno por cada turista) necesitarán en la próxima semana, veo la figura de Rubinho. Nos estrechamos en un gran abrazo y subo al Discovery, un barco regional de dos pisos: en el de abajo navega la tripulación; arriba, los pescadores. Zarpamos y, por un meandroso arroyo, llegamos al río Conumá, que remontamos durante todo el día. Mientras tanto, la cubierta superior es un mundo de ansiedades y sueños que van canalizándose en la preparación de las varas de pesca, en el millón de preguntas a Rubinho, en charlas, fotos y anécdotas. Siete argentinos y ocho brasileños. Como un clásico de fútbol, pero con la unión que fomenta la pesca. Nos ofrecen para pernoctar dos alternativas: colchón inflable o hamaca paraguaya. Los extranjeros elegimos la primera. De pronto, ya oscuro, sentimos que el barco encalla. Rápidamente, salen dos o tres botes de aluminio y lo flanquean mientras los marineros van buscando con una pértiga la profundidad. No bien encuentran el canal, para nada señalizado, le indican al capitán que mueve la nao hacia esa pequeña franja de diez metros de ancho para ir navegando.. En gran parte de la navegación hemos atravesado una reserva indígena, pero no nos detuvimos. Los nativos tiene una fuerte cultura comunitaria y carecen de sentido de la propiedad privada: todo es de todos. Por tanto, suben al barco y se llevan lo que quieren. Sí, lo que quieren. Y si uno hiciera lo mismo en sus vacías chozas no sería visto como ladrón. Para evitar este desagradable momento, el barco no los visita como hacía en las primeras salidas una década atrás.

Un par de suaves encalladas más y la fresca brisa nos hace dormir. Serían las cinco de la mañana, porque aún no había amanecido cuando nos llamaron para tomar el desayuno. Los marineros cargan todas las vituallas en una chata de poco calado y nos invitan, ya en el alba a abordar de a dos los botes de aluminio con nuestro pequeño bolso y material de pesca. Antes de esa maniobra, un grupo de botos (delfines de agua dulce) rodean la popa y festejan nuestro bautismo amazónico.

En carpa!

La pesca

Desde allí remontaríamos el río Sucundurí en el que ya nos encontrábamos. Serían tres horas aguas arriba. El “piloteiro” (piloto y guía de pesca) nos dio la bienvenida y, mientras marchábamos, teníamos todo el día para ir pescando antes de llegar al campamento. La emoción vino cuando con el “Ruso” Labanowski, mi primer compañero de bote, sacamos los primeros tucunarés del viaje. ¡Qué belleza! El tucunaré es un pez de hermosos colores, donde predomina el amarillo. Se conocen más de veinte subespecies que combinan tonos y varían en tamaños máximos. Cualquier ejemplar de más de dos kilos, con las varas de veinte libras que usaríamos para pescar en baitcast, es un duro rival. El pique es brutal, sobre todo usando señuelos de superficie, los preferidos por los brasileños y que aprendimos (un poco, aunque sea) a utilizar: zigzagues y hélices son los más rendidores aunque su manejo cansa para el que no está acostumbrado a emplearlos. Los artificiales de subsuperficie también rinden muy bien y no necesitan tanto trabajo del pescador. Sin embargo, con un jig con pelos y anzuelo simple protegido obtuve la pieza más grande, un “ómnibus” de seis kilos, en medio de palos hundidos (sus lugares de acecho), que peleó como un titán. Todos los peces capturados se devuelven a su medio, salvo que se arregle de antemano con el guía que se matará una pieza chica para comer asada al mediodía. Si no, el baquiano lleva un par de sándwiches o nos trae de regreso al campamento, la opción menos elegida ante la ansiedad argentina de pescar todo el día… y si es posible un rato de noche. En verdad, Rubinho permite que se pesque sin luz, pero no mucho más allá de las 21, con aviso previo y no muy lejos del campamento, para evitar contratiempos. De noche, no se pesca a baitcast ni con mosca -las modalidades más usadas para tucunarés y aruanás-, sino que, con equipos de cincuenta libras, reeles rotativos grandes, cable de acero, nailon 0.90, plomada y anzuelo 10/0, se procura la pirarara, un bágrido del que Roberto Bermúdez, otro compañero de viaje, sacó un magnífico ejemplar de más de cuarenta kilos. Es una pesca que también puede hacerse de día, aunque hay más pirañas que descarnan el trozo de pescado que se usa como cebo. Con un equipo un poco más liviano puede intentarse capturar capararís, suburí atigrado del Amazonas, y más leve aún, la peleadora matrinchá, una especie de mojarra de kilo a dos kilos. El citado aruaná es un pez muy simpático. Carlos Bermudez, otro argentino de la partida, logró un gran ejemplar de unos cinco kilos. Es un pez de boca grande, cuerpo alargado y plano como una bufanda que quizá hayan visto en algún documental, pues se caracteriza por sus barbillas con las que detecta insectos voladores que caza en el aire. Al mediodía, mientras descansábamos del calor tropical, dos o tres veces capturamos muchísimas tarariras, no mayores al kilo, pero sumamente voraces.

Bendita carpa

El primer día, cuando llegamos al campamento, encontramos que todo estaba preparado. El concepto de servicio es muy claro en Brasil: a cada pescador nos correspondió una carpa para dos personas, tipo iglú. En el interior estaba el colchón inflable y la almohada. Dos baños con inodoro y dos compartimientos con duchas habían sido construidos fuera del sobretecho que cubría todas las carpas para evitar el sol y la lluvia directos. En este viaje nos acompañó desde Cañada de Gómez la familia Alonso: María Luz y Hugo le regalaron a Francisco, de dieciocho años, la salida… y de paso viajaron con él. Temíamos que a una señora distinguida a quien no le gusta la pesca, un campamento en Amazonas le resultara desagradable. Sin embargo, al final nos confesó que fue una de las mejores vacaciones de su viajera vida. Y hasta sacó varios tucunarés. Un buen duchazo luego de la pesca y nos esperaba una picada magnífica, siempre con abundancia de bebidas para soportar el calor que, de noche, no se hacía sentir, pues la temperatura bajaba a unos veinte grados. Es un clima totalmente soportable para los que vivimos en las urbes de llanura de la Argentina. Además, no vimos ninguna araña, ni abeja, ni viudita, ¡ni mosquitos, ni jejenes! En cueros de noche sin picaduras. Y esto se debe a que el PH del agua no favorece a las larvas de los insectos. A la noche dormimos como reyes con mucho espacio de sobra en las carpas. A la mañana costaba abandonarlas tan temprano como a las 5.30, pero el desayuno, bajo una carpa abierta entre los árboles y con todo tipo de frutas y bocados artesanales, valía la pena. Antes de salir dejábamos en una bolsa la ropa que habíamos usado el día anterior. Cuando volvíamos a la tardecita, estaba lavada y planchada en nuestra carpa. De esta forma, con dos mudas se aligera el bolso que no debe exceder los quince kilos para el viaje en avioneta. Al acampar a tres horas del barco estábamos lejos de cualquier otra empresa de pesca y no nos cruzamos con nadie. El costo se redujo y la comodidad no. Tuvimos todo servido para disfrutar de seis días de intensa pesca, donde logramos muchas capturas. A la vuelta, el grupo hizo una evaluación de todo lo vivido: la aprobación fue unánime. Y los argentinos, locos de contentos ya buscando una nueva fecha para volver. Y en carpa. Otoño 2009 Pesca & Camping 15

Cómo ir

Rubinho, organizador de estas magníficas salidas de una semana, ya tiene programado el año 2009. En la Argentina su representante exclusivo es Tu Mejor Pesca, que ofrece interesantes formas de pago.

Para más datos y reservas:
(011)-4322-0355
rbermudez@fts.com.ar
www.pescaventura.com.br

Notas de Pesca y náutica en ediciones anteriores

El espacio de los lectores

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Hola: lei su articulo soypescador aficionado y me emocione con su relato de poesca, lo mismo que leo siempre en revista como panorama de pesca y otras similares. una vez vi un articulo sobre los tucanares y me enamore de brasil.. ya me gustaba de antes .. pero ahora mas...es increible.. voy a juntar los 4000 pesos y un dia voy a ir a pescar al amazonas...dios mio. gracias.

Comentario bajo el anterior sistema de Gerardo

Gerardo, ojala los junte pronto y disfrute de esa salida unica. si necesita le paso los datos de los mejores organizadores del pais

Comentario bajo el anterior sistema de Nestor

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